Canción de las Sombras Perdidas

Las sombras se alzan, sus voces resuenan, en la oscuridad, sus historias se encadenan. Un sacrificio, un grito, un último aliento, las almas que lloran, en mí encuentran su último momento. Sael En el dojo, nací en el acero, mis manos firmes, mi destino certero. Llegó la tirana, oscura condena, y mis ojos, en sus manos, se volvieron su pena. La luz ya no guía, la sombra me envuelve, y mis manos, ya frías, el destino revuelven. Con cada carta, una herida; cada orden, una muerte, obedecí por mi padre, siguiendo su suerte. Pero en la sombra, hallé redención, el dojo ardió con mi devoción. Lady Slayer cayó, y aunque yo perecí, en mi sacrificio, otros vivieron por mí. Joan La sangre manchó mis manos cansadas, mi corazón se ahogó en llamas apagadas. Mi hogar se quemó, mi familia fue humo, las risas de mis hijas, ahora sólo un rumor. La ira me guió, la venganza encendida, mi único motor en esta vida perdida. Pero en Beta, una sombra, encontré algo más, una esperanza que, en mi dolor, nunca pude abrazar. Ya no eras mi enemigo, eras mi reflejo, el hijo que nunca vi en mi espejo. Me interpusé entre tú y la muerte final, y mi sacrificio rompió el ciclo mortal. Nosuen En la sangre nací, hijo de la crueldad, bajo las órdenes de quien compartió mi maldad. Mis manos manchadas, mis ojos testigos, de horrores y sombras, de antiguos castigos. Pero en mi familia, en ellos vi luz, un camino distinto que jamás conduje. Encontré el amor en sus ojos sinceros, pero mis crímenes pesaban, oscuros y fieros. Dormí en el olvido, por no hacerles daño, la oscuridad crecía, mi destino era extraño. Lydia, mi sombra, mi hermana querida, tu golpe fue paz, la salida prohibida. Dormí para olvidar, morí por redención, y en tu mano encontré mi última canción. Erika En mis manos, la fuerza, pero el miedo en mi pecho, mi padre era sombra, su poder era un hecho. Mis hijos, mi amor, mi razón de obedecer, sus vidas, mi peso, mi miedo a perder. Sabía que un día lo enfrentaría, que rompería las cadenas que me atarían. Pero él, en su crueldad, vio mi fuego, y con un golpe, apagó mi ruego. Mi sangre fue condena, mi vida un engaño, pero sé que en mi muerte, ellos no tienen daño. Mis hijos recordarán la fuerza de su madre, mi sacrificio será su luz en la tarde. Las sombras ahora duermen, sus voces en calma, en el viento eterno, sus almas se salvan. Sacrificios en la oscuridad, sus vidas quebradas, pero en mi canción, no serán olvidadas. En cada sombra, en cada rincón, el eco de sus nombres vive en mi canción.