Todos tenemos heridas, los huesos del alma rotos, espinas en los pies, vidrios en los ojos. Remamos río arriba mientras se tensa la soga, las venas estallan. El camino es de ida y no hay otra orilla, escasean las sombras, ahí los cuerpos hieden. Te abrazas y sigues, sabes que un paso más, que quizás un paso más, cambie el desierto. Caigan los clavos, cedan las cadenas, el cielo pinte de azul y el sol de ayer ya no queme tus pasos.
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