Nací el veinte de agosto de mil ochocientos noventa en Providence, Rhode Island, Estados Unidos. Mi universo amplio oscuro frío y tenebroso, trascendió del zulo de mi pobre mente hasta invadir la realidad. H. P. Lovecraft. Hasta los olores te provocarán nauseas en mis escritos y relatos. Apenas reconocido en vida, actualmente mi obra ha sido traducida a más de veinticinco idiomas y mi nombre es uno de los más relevantes en cuanto al horror de ficción se refiere. De pequeño me gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a mi exaltada imaginación. Recreaba situaciones históricas o me ensimismaba en la observación de pequeños detalles que pasaban inadvertidos al resto de las personas, pero que a mi me fascinaban, como detenerme a escuchar a las hadas del bosque o imaginar lo que podría existir en el espacio exterior. H. P. Lovecraft. En mis escritos el que no termina muerto, pierde la cordura totalmente. Quizás una de las razones por las que me gustaba tanto evadirme era por la estricta atadura a la que me sometía mi madre, diciéndome que yo no debía jugar con niños de menor categoría o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar. Fui un niño prodigio. Recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empecé a escribir a los seis, y a los ocho años de edad ya había leído gran cantidad de libros de la biblioteca particular de mi abuelo. H. P. Lovecraft. Carácter singular. Con otros renombrados se carteó. Mi vida terrenal terminó en mil novecientos treinta y siete, prácticamente en la pobreza, debido a un cáncer intestinal. Más allá de mi obra, se me considera un genio de la literatura de terror y uno de los escritores más influyentes del género fantástico del siglo veinte.
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