
Acude ya al cubil maldito, el alma sumida, la noche entrante, la faz en sombras de lignito, el hábito talar del postulante, y ofrenda tu penar marchito al torvo y mudo celebrante postrado ante el eterno hito, sepulto en urna de adamante, de vuestro amor infinito extinto en un solo instante, y acata, sí, el arcano rito de hinojos ante el oficiante velando al cadáver exquisito del vuestro pasado amante.

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